Murió la emperatriz más longeva de Rusia —y también la más promiscua—
«¿Qué esperaban que hiciera, si mi marido era impotente y estaba loco?», rebatió alguna vez la emperatriz Catalina II
San Petersburgo, noviembre de 1796
Ayer comenzaron a esparcirse rumores de que Ekaterina Alekseyevna, mejor
conocida por su pueblo como Catalina ii «la Grande»
de Rusia, con su enorme culo rompió el excusado, y que al caer los fragmentos de
cerámica le produjeron heridas de muerte.
Queremos aclarar que sí, le dio un paro cardiaco al momento de estar en el baño, pero no murió de la forma tan grotesca como se ha difundido, sino en su cama de forma apacible y acompañada de su corte.
Queremos aclarar que sí, le dio un paro cardiaco al momento de estar en el baño, pero no murió de la forma tan grotesca como se ha difundido, sino en su cama de forma apacible y acompañada de su corte.
Lo que sí no podemos negar es que nuestra emperatriz jamás tuvo el
menor empacho en ocultar a cuanto amante tuvo, mismos que se beneficiaron de su
poder y recibieron cargos nobiliarios, latifundios e incluso concibió hijos con
ellos, como el príncipe Pablo, cuyo verdadero padre fue su amante Sergéi
Saltykov —aunque su parecido con el difunto emperador fuera evidente—. También
tuvo un hijo ilegítimo engendrado con Grigori Orlov, quien fue nombrado conde
Bobrinskói.
Entre los muchos amantes que ostentó nuestra emperatriz, los más
célebres fueron Grigori Aleksándrovich Potiomkin, Aleksander Dmítriev-Mamónov,
el general venezolano Francisco de Miranda y el príncipe Zúbov —por mencionar
unos cuantos.
Se rumora que, a su muerte, ordenó a su hijo Pablo que
restituyera sus tierras al príncipe polaco Józef Antoni Poniatowski, con quien
parece también tuvo un breve romance.