29/7/14

ORFEO Y EURIDICE...


  
 Cuentan las leyendas que, en la época en que dioses y seres fabulosos poblaban la tierra, vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, que solía entonar hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que, cuando sonaba, las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y hasta las turbulentas aguas de los ríos se desviaban de su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos.
 
                Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar a aquel ser cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro.
    - Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo-, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte.

 
ORFEO
 

  La joven ninfa, llamada Eurídice, dudó unos segundos, pero finalmente se acercó a Orfeo y se sentó junto a él. Entonces Orfeo compuso para ella la más bella canción de amor que se había oído nunca en aquellos bosques. Y pocos días después se celebraban en aquel mismo lugar las bodas entre Orfeo y Eurídice.
    La felicidad y el amor llenaron los días de la joven pareja. Pero los hados, que todo lo truecan, vinieron a cruzarse en su camino. Y una mañana en que Eurídice paseaba por un verde prado, una serpiente vino a morder el delicado talón de la ninfa depositando en él la semilla de la muerte. Así fue como Eurídice murió apenas unos meses después de haber celebrado sus bodas.
 
    Al enterarse de la muerte de su amada, Orfeo cayó presa de la desesperación. Lleno de dolor decidió descender a las profundidades infernales para suplicar que permitieran a Eurídice volver a la vida.
    Aunque el camino a los infiernos era largo y estaba lleno de dificultades, Orfeo consiguió llegar hasta el borde de la laguna Estigia, cuyas aguas separan el reino de la luz del reino de las tinieblas. Allí entonó un canto tan triste y tan melodioso que conmovió al mismísimo Carón, el barquero encargado de transportar las almas de los difuntos hasta la otra orilla de la laguna.



 
 Orfeo atravesó en la barca de Carón las aguas que ningún ser vivo puede cruzar. Y una vez en el reino de las tinieblas, se presentó ante Plutón, dios de las profundidades infernales y, acompañado de su lira, pronunció estas palabras:
    - ¡Oh, señor de las tinieblas! Héme aquí, en vuestros dominios, para suplicaros que resucitéis a mi esposa Eurídice y me permitáis llevarla conmigo. Yo os prometo que cuando nuestra vida termine, volveremos para siempre a este lugar.
    La música y las palabras de Orfeo eran tan conmovedoras que consiguieron paralizar las penas de los castigados a sufrir eternamente. Y lograron también ablandar el corazón de Plutón, quien, por un instante, sintió que sus ojos se le humedecían.
  

  - Joven Orfeo –dijo Plutón-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición.

   - ¡Oh, poderoso Plutón! –exclamó Orfeo-. Haré cualquier cosa que me pidáis con tal de recuperar a mi amadísima esposa.
    - Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre.
    - Así se hará –aseguró el músico.
    Y Orfeo inició el camino de vuelta hacia el mundo de la luz. Durante largo tiempo Orfeo caminó por sombríos senderos y oscuros caminos habitados por la penumbra. En sus oídos retumbaba el silencio. Ni el más leve ruido delataba la proximidad de su amada. Y en su cabeza resonaban las palabras de Plutón: “Si intentas verla antes de atravesar la laguna de Estigia, la perderás para siempre”.



 
 
   Por fin, Orfeo divisó la laguna. Allí estaba Carón con su barca y, al otro lado, la vida y la felicidad en compañía de Eurídice. ¿O acaso Eurídice no estaba allí y sólo se trataba de un sueño?. Orfeo dudó por un momento y, lleno de impaciencia, giró la cabeza para comprobar si Eurídice le seguía. Y en ese mismo momento vio como su amada se convertía en una columna de humo que él trató inútilmente de apresar entre sus brazos mientras gritaba preso de la desesperación:
    - Eurídice, Eurídice...
         Orfeo lloró y suplicó perdón a los dioses por su falta de confianza, pero sólo el silencio respondió a sus súplicas. Y, según cuentan las leyendas, Orfeo, triste y lleno de dolor, se retiró a un monte donde pasó el resto de su vida sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a escuchar los melancólicos cantos compuestos en recuerdo de su amada~

22/7/14

LOS AMANTES DE TERUEL...




Diego Marcilla e Isabel de Segura (Los amantes de Teruel)
A principios del siglo XIII, viven en Teruel dos familias, probablemente hidalgas y, por lo que se sabe, en buena armonía. Mientras que los Segura disfrutaban de una posición económica acomodada, los Marcilla no parece que tuviesen tal suerte. Isabel de Segura, heredera de los primeros, y Diego Marcilla, segundón de la otra, eran dos jóvenes de parecida edad, se conocían desde niños, jugaron juntos y al llegar a la adolescencia cambiaron su amistad por un profundo amor. En su momento, de común acuerdo con su amada, el joven solicitó la mano de Isabel. D. Pedro de Segura, padre de la novia, se opuso tajantemente, alegando la falta de recursos de los Marcilla. Ante esta negativa, Diego Marcilla solicita de D. Pedro, un plazo de cinco años para intentar mejorar su suerte.

Estamos en el Aragón de la Reconquista, el poder almohade acaba de ser destrozado en forma definitiva en las Navas de Tolosa; ahora, el territorio controlado por los musulmanes aparece como presa fácil para el empuje cristiano, está al alcance de la mano de guerreros afortunados conseguir riqueza y honor. El tesón de los novios vence la inicial reticencia paterna y se consigue el acuerdo; de inmediato el joven se va a la guerra. Pasan los cinco años y Diego no regresa, ¿habrá muerto en el empeño? ¿será que olvidó su promesa?. La falta de noticias autoriza al padre de Isabel para, sin faltar a su palabra, concertar la boda de su hija con D. Pedro Fernández de Azagra, cuya familia es probablemente la más acaudalada y poderosa de la frontera. El día de la boda, un jinete cruza la muralla, extrañado por el alegre ambiente que reina en las calles, pregunta la causa y al oír la respuesta su rostro palidece, corre hacia la iglesia y llega a los pies del altar mayor justo a tiempo para escuchar la bendición del sacerdote a los recién casados. Se trata, como era de imaginar, de D. Diego, ahora rico y ennoblecido por su valor y decisión en el campo de batalla. Ante lo inevitable de su suerte, pide a Isabel un único beso de despedida; pero la reciente esposa, como ya pertenece a otro hombre, se lo niega y el infeliz enamorado cae muerto, fulminado a sus pies.

Al día siguiente, tienen lugar los funerales por Diego. En mitad de la ceremonia aparece una dama vestida de luto, que acercándose donde se expone al fallecido, le besa y a continuación cae muerta a su lado. Es Isabel, quien no ha podido sobrevivir a aquella única prueba de amor.

Las tres familias afectadas deciden enterrarlos juntos, en la nave de la misma iglesia donde ha culminado la tragedia.

¿Leyenda o realidad? Es difícil responder. Los numerosos estudios parecen alimentar la segunda hipótesis. Existe un acta notarial fechada en 1619 que atestiguan una exhumación realizada en 1555 durante unas obras en la iglesia de San Pedro. Enterrados bajo el pavimento aparecen los cadáveres de un varón y una mujer, que son los restos que ahora reposan bajo el mausoleo de Juan de Ávalos. Los resultados de los análisis realizados en el año 2004 corroboran el origen medieval, aunque con ciertas discrepancias según las diferentes muestras. Mientras que algunas apuntan a 1260 como antigüedad máxima, con un margen de error de unos cuarenta años, en buena armonía con la fecha de 1217, donde varias crónicas sitúan los hechos; otras las datan entre los siglos XIV y XV. Una plausible explicación sería la posible contaminación con otras fuentes ocurridas durante algún traslado o levantamiento no registrado. Parece cierto que al descubrirse los cadáveres, de inmediato fueron atribuidos a Los Amantes de Teruel.

LA INDIA: UNA HERMOSA HISTORIA DE AMOR GUARDADA EN UN JOYERO..

No quería que pareciese un cuento de hadas
 

Hoy en cómo la hice
MAY 2005
Nadie puede abandonar la India sin haber visitado antes el Taj Mahal, que sabiéndose bello se mira presumido en el espejo de sus estanques, junto al río Yamuna, en la ciudad de Agra. De frente, en la otra orilla, el Fuerte Rojo alberga el dolor de un padre traicionado por su hijo, el llanto de un rey que murió de amor.
La India, ese país donde todo es posible, rico en culturas y tradiciones que se hunden en lo más recóndito de los tiempos, es también fértil en leyendas e historias. Relatos de hechos reales, tan emotivos que uno no puede por menos que dejarse arrastrar por la ensoñación.
Hoy, sentado ante el Taj Mahal, en esa hora tranquila donde el sol empieza a ser rojo y la luna blanca, saco mi diario y leo una historia conmovedora que apunté para no olvidarme. Me la contaron al llegar a Agra, y dice así:
Foto: Nómada
Érase una vez un príncipe llamado Kurram que había sido formado en las más selectas disciplinas del saber: astronomía, gramática, matemáticas, filosofía... y además hablaba árabe (la lengua del Corán) y persa (la lengua de la Corte).

Un día que paseaba por el bazar, entre el bullicio de mercaderes y estibadores de elefantes, sus ojos se encontraron con los de una niña de 15 años. Era la princesa Arjumand, hija del Primer Ministro de la Corte. Inmediatamente, el príncipe quedó prendado de ella.

Foto: Nómada
Impresionado por la belleza de la joven, preguntó el precio del collar de cristal que ella se estaba probando. El mercader, sonriendo, le contestó que no eran cristales sino diamantes las cuentas de aquel collar. La joya valía una fortuna. El príncipe lo pagó y se lo regaló a Arjumand, que de inmediato quedó también enamorada.

Sin embargo, tuvieron que esperar cinco años para unirse en matrimonio, mucho más largos si cabe, debido a que no se vieron en todo ese tiempo. Años después de casarse, cuando el príncipe fue coronado pasó a llamarse Shah Jahan (Emperador del Mundo) y ella Mumtaz Mahal (la Elegida del Palacio).
Foto: Nómada
Pero cuatro años después de ocupar el trono, el emperador sufrió la peor tragedia de su vida: su amada esposa, Mumtaz Mahal, no resistió el parto del decimocuarto hijo y falleció. Shah Jahan, transido de dolor, mandó construir el Taj Mahal para enterrarla, como mausoleo en memoria del amor que se profesaron ambos.

Una vez acabado, el emperador quiso construir otro mausoleo-tumba para él, idéntico al de su esposa pero en mármol negro, al otro lado del río Yamuna, y unir después ambos mediante un puente de oro. Y lo hubiera hecho, si no llega a ser por Aurangzeb.

Aprovechando el estado depresivo y de profunda tristeza en el que estaba sumido el emperador, Aurangzeb, tercer hijo de Shah Jahan, cegado por la ambición traicionó a toda su familia, mató a sus hermanos (excepto a dos chicas) y arrebató el poder a su padre. Después lo encarceló en una torre del Fuerte Rojo de Agra, frente al Taj Mahal, y a las dos hermanas supervivientes en otra.
Foto: Nómada
Precisamente ayer visité el Fuerte Rojo, una gigantesca fortificación construida en arenisca roja (de ahí su nombre) que muy bien podría haber albergado a toda una ciudad, tal es su tamaño. Su interior, jalonado de jardines y patios de refinado mármol y arenisca tallada al más preciosista estilo mogol, no sirvió de consuelo al afligido Shah Jahan.
Foto: Nómada
Una vez en la torre donde vivió prisionero sus últimos años, pude ver lo que contemplaba el Emperador desde su balcón: el Taj Mahal. En una pared opuesta, un hueco: el lugar donde pidió que le colocaran un espejo para, desde su lecho de muerte, a los 74 años, expirar mirando a la tumba de su esposa.

Foto: Nómada
Se dice que el Fuerte Rojo guarda el misterio de Shah Jahan y que en las noches de luna llena todavía pueden oírse los pasos y sollozos del Emperador, del padre que enloqueció de dolor y murió de amor.

Foto: Nómada
 
Termino de leer; cierro mi diario y suspiro profundamente. Sentado en el cálido mármol que rodea al Taj Mahal, descalzo, como manda la norma, miro ese inmenso y delicado joyero que encierra una historia tan bella como triste.

Recorro con mis ojos las paredes de la fachada. El mármol de tacto sedoso que lo cubre cambia de color en función de la luz que refleja. Ahora es de color perla.
Foto: Nómada
Llevo semanas viendo palacios de Maharahás, cuyo lujo y esplendor no tiene parangón, fuertes mogoles, templos jainistas y mansiones Rajputs donde el trabajo de madera y piedra es puro encaje, pero nada puede igualar a lo que tengo ante mis ojos. Jamás había visto tanta belleza, tanta perfección de líneas, de tonos, de espacios.

Foto: Nómada
Dicen que para construir el Taj hicieron falta miles de caravanas de elefantes que durante 22 años trajeron las cosas más exquisitas del mundo: mármol, jade, lapislázuli, turquesas, zafiros, ámbar, diamantes, coral...
Las paredes están decoradas con incrustaciones de piedras preciosas finamente mezcladas con paneles lisos o flores en mármol. Nada hay sobrecargado o abigarrado en la composición.

Foto: Nómada
Tan cuidada es su construcción que incluso a los cuatro minaretes que lo flanquean se les dio una ligera inclinación hacia fuera para que en caso de terremoto no cayeran sobre el edificio que contiene la tumba de Mumtaz.

En su interior también reina la elegancia y la sencillez, todo en su justa medida. En la penumbra, la sonoridad produce un eco misterioso que flota y envuelve todo bajo la cúpula, invitando a andar de puntillas, a susurrar más que a hablar, a recogerse ante el túmulo de la amada esposa.
Sabia armonía de algo que parece diseñado por dioses y construido por joyeros.
Foto: Nómada
Es tiempo de monzones y los oscuros nubarrones comienzan a descargar gotas de una lluvia caliente. Me pongo el chubasquero y continúo allí, inmóvil. Ahora, bajo la lluvia, el Taj Mahal brilla como el cristal.

Algo retiene mi mirada en él, y entonces recuerdo una frase que de pequeño me decía mi madre: "Hijo mío, las cosas hechas con amor tienen algo especial..."

19/7/14

ADONIS...

 
 
 
 
Adonis estaba ciertamente basado en gran parte en Tammuz. Su nombre es semítico, probablemente su etimología se remonte al antiguo semítico ādōn, ‘señor’ que también fue usada, como «Adonai», para referirse a Yahveh en el Antiguo Testamento. Cuando los hebreos llegaron a Canaán, se les opuso el rey de los jebusitas Adonizedek, cuyo nombre significa ‘señor de Zedek’ (Justicia). Pero como no hay rastro de culto semítico alguno directamente relacionado con Adonis, ni tampoco ningún mitema específico relacionado su mito griego en las lenguas semíticas, investigadores griegos y de Oriente Próximo han cuestionado esta relación (Burkert, p. 177 nota 6 bibliografía). La relación en las prácticas religiosas es con su equivalente mesopotámico, Tammuz:
Las mujeres se sientan en la puerta llorando por Tammuz, u ofrecen incienso a Baal en los tejados y siembran agradables plantas. Estas son las únicas características del culto a Adonis: un culto confinado a las mujeres que se celebra sobre tejados planos en los que se ponían fragmentos sembrados con verde ensalada que germina rápidamente, jardines de Adonis... el clímax es el ruidoso luto por el dios muerto.
Burkert, pág. 177
Adonis era adorado en religiones mistéricas secretas: hasta la época del Imperio Romano (en Luciano de Samosata, De Desa Syria VI) ninguna fuente escrita menciona que las mujeres eran consoladas por un Adonis revivido. Las mujeres atenienses plantaban «jardines de Adonis», hierbas de crecimiento rápido que crecían de las semillas y morían. El Festival de Adonis era celebrado por mujeres a mediados del verano plantando hinojo y lechuga, y granos de trigo y cebada. Las plantas brotaban pronto y se marchitaban rápidamente, y las mujeres lloraban la prematura muerte del dios de la vegetación (Detienne 1972).
«En Grecia», concluye Burkert, «la función especial del culto a Adonis es como oportunidad para la expresión incontrolada de emociones en la estrictamente restringida vida de las mujeres, en contraste con el rígido orden de la polis y la familia en los festivales femeninos oficiales en honor de Deméter

El nacimiento de Adonis está envuelto de confusión para los que necesitan una única versión autorizada. Los decididamente patriarcales helenos buscaron un padre, y lo encontraron en Biblos y Chipre, fieles indicadores de la dirección desde la que procedía su culto. Walter Burkert cuestiona si Adonis no habría llegado desde el mismo principio a Grecia con Afrodita .

Cuando Adonis nació, era un bebé tan hermoso que Afrodita quedó hechizada por su belleza, así que lo encerró en un cofre y se lo dio a Perséfone para que lo guardara, pero cuando ésta descubrió el tesoro que guardaba quedó también encantada por su belleza sobrenatural y rehusó devolverlo. La disputa entre las dos diosas fue resuelta por Zeus (o Calíope, según las versiones), quien decidió que Adonis pasase cuatro meses con Afrodita, cuatro con Perséfone y los cuatro restantes del año con quien quisiera. Adonis sin embargo prefería vivir con Afrodita, pasando también con ella los cuatro meses sobre los que tenía control.

Adonis murió destrozado por los colmillos de un jabalí enviado por Artemisa como represalia por la implicación de Afrodita en la muerte de Hipólito. Otras versiones cuentan que el jabalí era el celoso amante transformado de Afrodita, Ares. Afrodita roció néctar sobre su cuerpo, de forma que cada gota de su sangre se convirtió en una flor roja llamada anémona. Cuando

Al morir, el río Adonis (actual Nahr Ibrahim), que nacía del monte Líbano en la Siria costera, corrió rojo según Luciano (cap. 6-9), quien atribuye el color a la sedimentación, pero añade que «sin embargo, hay algunos habitantes de Biblos que dicen que Osiris de Egipto yace enterrado entre ellos, y que el luto y las ceremonias se hacen en honor de Osiris y no de Adonis». Ciertamente hay muchos paralelismos con el mito de Osiris, encajonado en un ataúd y encerrado en el árbol del que surgió.
La muerte de Adonis - Museo Gegoriano Etrusco (Vaticano).
El nombre «adonis» ha pasado al lenguaje como un sustantivo común (sin flexión de número) que se usa para referirse a un hombre joven extremadamente atractivo, a menudo con la connotación de merecida vanidad.
En La muerte de un viajante de Arthur Miller, Willy Loman alude a sus hijos Biff y Happy como «adonis», lo que indica la visión idealista que tiene de ellos.
La obra maestra de Giambattista Marino, L'Adone, publicada en 1623, es un largo y sensual poema que elabora el mito de Adonis y representa la transición en la literatura italiana del Manierismo al Barroco.
Percy Bysshe Shelley escribió el poema titulado Adonaïs para John Keats y usó el mito como una metáfora ampliada de la muerte de éste.
En astrología se usa como asteroide hipotético.

 

ORFEO Y EURÍDICE, UNA HISTORIA DE AMOR MITOLÓGICA....

La historia de amor más antigua de la mitología griega es la de Orfeo y Euridice. Ella murió y fue a parar a los infiernos de Hades, pero él fue tras ella, para sacarla del submundo y traerla de vuelta al mundo de los vivos.


 

Orfeo es el músico más antiguo, célebre personaje de la mitología Griega, parte de la tripulación del Argos (los Argonautas), después de la expedición que llegara a la morada del dragón que cuidaba el vellocino de oro, se estableció en Tracia, tierra que gobernaba su padre, Eagro y Calíope, la musa de la poesía ética y la elocuencia. Pero como suele pasar mucho en la mitología, otros mitólogos dicen que era hijo del dios Apolo y de Clío, la musa de la historia o la nereide (ninfas del mar) Menipe.
En su viaje con los Argonautas, fue quien salvó a sus compañeros del canto melodiosamente peligroso de las sirenas, que los guiaban hipnóticamente a la perdición. Orfeo utilizó su lira, haciendo sonar una melodía tan bella que  llegó a tapar las voces de las sirenas.
 
Sus viajes también lo llevaron a Egipto, donde se llevó la fama de domador de bestias, ya que hasta el más feroz de los animales de la selva o el desierto acudían mansamente a sus pies encantados por su maravillosa música.
 
En Tracia, se enamoró perdidamente, y se casó con una bella ninfa llamada Eurídice.
Un día en que su esposa huía de las insinuaciones carnales de un pastor degenerado, fue mordida por una serpiente en la espesura de la hierba.
Eurídice falleció y fue a parar a los infiernos del Hades.


La pena de Orfeo era grande en demasía. Toda Tracia se entristeció con las melodías descarnadoras que hacía resonar con la lira que Apolo le había regalado. Su dolor y sus recuerdos nunca desaparecerían, pero a su alrededor, la tierra se llenaba de tristeza, las plantes se marchitaban y los animales se dejaban morir, los niños lloraban y hasta las laboriosas hormiguitas dejaban sus arduas tareas. Tal era el poder que tenían los dedos de Orfeo cuando rasgaban las finas cuerdas de su maravilloso instrumento.
Entonces, decidió enfrentar un destino peligroso, más allá de los límites de la cordura mortal. Decidió buscar y encontrar el río Estigia, el río que se debía cruzar para llegar al reino de Hades.
Finalmente, tras mucho deambular, Orfeo, según algunos mitólogos sobornó a Caronte (el barquero que cruzaba las almas al otro lado del Estigia, el Aqueronte, el Periflegetón y el Cocito, los ríos que franquean los infiernos. Según el mito y leyenda popular, a los muertos se le debía poner monedas sobre los ojos al enterrarlos para que con ellas pagaran sus servicios a Caronte) Según otros mitólogos, solo le contó lo sucedido y lo enterneció para que le dejara pasar.
Ante la vista de un humano vivo entre las almas de los muertos, todos los habitantes del infierno se asombraron. El can Cerberos (el perro de tres cabezas que guarda la puerta del infierno) apaciguó los abismos de sus bocas para callar unos minutos; la rueda en que Ixión gira eternamente frenó (condenado por osar enamorarse de Hera, la diosa reina, esposa de Zeus); las Erinias, que castigan a los hombres en el Tártaro, frenaron sus trabajos, y las serpientes que formaban su cabellera dejaron de silbar.

Orfeo logró cruzar las puertas de los infiernos y acceder a la sala principal, donde Hades, el dios del submundo, el amo y señor de los infiernos yace sentado en su trono, con sus tres ayudantes Radamanto, Minos y Eaco.
 
En este gran salón se bifurcan dos caminos, uno hacia el Tártaro, la tierra de los dolores y castigos eternos. Y el otro hacia los Campos Elíseos, la tierra donde la leche y la miel brotan del suelo por toda la eternidad. Reinan en los campos elíseos Hypnos (dios del adormecimiento) y Thanathos (dios de la muerte). Son un preconcepto del tan cristiano Cielo e Infierno.
 
Ese salón, esa encrucijada es llamada el Campo de La Verdad, porque ahí se juzgan las almas para saber a qué infierno están destinadas por toda la eternidad.
Orfeo Se acercó a Hades y con su dolorosa música lo convenció al rey de los infiernos, al Rey del mundo subterráneo, de sus penas de amor. Y le mostró que ningún hombre, ni dios debería tener que llevar en su corazón un dolor tan fuerte y tan puro.
 
Hades le concedió el favor de sacar a Eurídice de sus salas, hacia la luz del sol. Con la condición precisa de no mirar atrás para ver si su amada lo seguía. Debía confiar ciegamente y salir hacia la tierra con la mirada hacia delante.
Pero en el preciso momento de pisar la tierra fuera del mundo subterráneo, Orfeo no pudo más con su ansiedad y se dio vuelta, pero ella no había terminado de salir. Eurídice se desvaneció para siempre.
 
Orfeo volvió a cantar sus dolores con a su lira divina, junto a la piedra que marca la entrada al mundo subterráneo. Pasó allí 7 meses en su agonía melódica, sin cruzar el Estigia, sin estar en el mundo de los vivos ni en el mundo de los muertos.
Su música amansaba a los tigres, no por su belleza sino porque los entristecía, y olvidaban su fiereza, las Encinas se acercaban a escucharlo.
Las bacantes, las ninfas de Baco, o Dionisos, dios del vino y el éxtasis, que recorren el mundo en orgía y embriaguez eterna llevando a los hombres el secreto del vino y de cómo cultivarlo, hicieron una parada al escuchar la vieja lira y su triste sonido. Pero finalmente se acercaron a él y lo descuartizaron por despecho, porque él no dejo su música para atender las necesidades carnales por las que ellas le suplicaban.
Las musas entonces, dieron sepultura a su querido músico y arrojaron su cabeza y su lira al mar, que fueron arrastradas por las olas hasta la isla de Lesbos donde fueron guardadas para siempre.
Pero su cuerpo no era más que un recipiente vacío. Pues su sangre fecundó el estéril y yermo suelo de las puertas del infierno, y nació un olivo con el alma de Orfeo. El único árbol que llena de aire y verdor el último lugar que verá un ser viviente antes de entrar en el sueño eterno, que seguirá vivo allí por siempre, alimentado por el amor que Orfeo sentía por Eurídice

18/7/14

BLAS DE LEZO...


Blas de Lezo, un almirante cojo, manco y tuerto, que evitó para Felipe V la pérdida de América

Con seis navíos de guerra derrotó en 1741 a 195 barcos ingleses. Murió pobre y olvidado, aunque Carlos III lrehabilitó con un título El Museo Naval reivindica la figura de este marino con una exposición

 JOSÉ G.CONCEPCIÓN 21.09.2013

Su historia de abnegación, valor y heroísmo darían para una película de Hollywood, pero tuvo la desgracia de haber nacido español. Se llamaba Blas de Lezo y Olavarrieta, un vasco de Pasajes, que sirvió en la Armada de Felipe V.  Su gran victoria de 1741 en Cartagena de Indias ( en la actual Colombia) ante Inglaterra evitó que perdiéramos en el siglo XVIII  la América hispana. El Museo Naval dedica una exposición conmemorativa de este marino singular, que murió pobre y olvidado en una fosa común meses después de su gran victoria ante Inglaterra de 1741, cuando todavía éramos una potencia mundial. La exposición, con ochenta piezas únicas del siglo XVIII, de colecciones privadas y públicas, estará abierta hasta el día 13 de enero.

Su primer ascenso a alférez de navío fue  por méritos de guerra en la cruenta batalla naval de Vélez-Malaga, donde Lezo que perdió su pierna izquierda por una bala de cañón. Siguió en su puesto de combate sin ninguna queja. 

A partir de ese momento realizó una carrera meteórica por su valor y pericia, perdiendo el ojo izquierdo  en la defensa de Tolón. Le estalló el globo ocular por una esquirla de madera o un fragmento de metralla.  Después quedó con el brazo derecho inútil  por un balazo de mosquete en el segundo sitio de Barcelona, ganado para la causa del pretendiente austriaco Carlos III. Y siempre invicto, muchas veces ante enemigos muy numerosos y haciendo grandes capturas. En la defensa de Tolón,  con apenas 23 años,llegó a hacer once presas enemigas, la menor de 20 cañones, y una de ellas la del navío Stanhope, Con 47 años llegó a teniente general, pese a su condición de mutilado desde que tenía 25. Era temidpor su apodo el "mediohombre” o el "almirante patapalo un hombre de mar que no se avenía bien con la Cort y sus intrigas., como el propio Lezo llegó a reconocer: “Que tan maltrecho cuerpo no era una buena figura para permanecer entre tanto lujo y que su lugar era la cubierta de un buque de guerra".

 La guerra de la oreja

Lezo salió con su"flota el 3 de febrero de 1737, llegando a Cartagena de Indias el 11 de marzo, quedando de comandante general de aquel apostadero, tan importante para la defensa del mar de las Antillas.  Era la llave de América y el paso del oro y la plata que tenía como destino España.

Inglaterra había roto sus relaciones con España por  la llamada guerra de la oreja de Jenkins debido a que Julio León Fandiño, capitán de un guardacostas español, interceptó el 'Rebbeca' del contrabandista Robert Jenkins perdonándole la vida pero a cambio le hizo cortar

a éste una oreja, después de lo cual le liberó con este insolente mensaje: “Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. 

Fue el pretexto perfecto para declarar una guerra, que en realidad estaba motivada por la avaricia de los comerciantes ingleses y el intento de su gobierno, nada disimulado, de apoderarse de la importante plaza de Cartagena de Indias.

Ante la mayor flota de la historia Inglaterra armó la mayor flota de la historia, sólo superada  por la que se movilizó por la conquista de  las playas de Normandía en la II Guerra Mundial. La armada, al mando del almirante Edward Vernon, estaba formada por 95 navíos (51 de ellos,3.000 cañones y unos 25.000 ingleses apoyados por 4.000 milicianos más de los EEUU,  mandados éstos por Lawrence, hermanastro del Presidente Washington. 

Frente a esta poderosa flota Lezo sólo disponía de  3.000 hombres, 600 indios flecheros, más la marinería y tropa de infantería de marina de los seis navíos de guerra de los que disponía la plaza fortificada de Cartagena de Indias: el 'Galicia' (que era la nave Capitana), el 'San Felipe', el 'San Carlos', el 'África', el 'Dragón' y el 'Conquistador'. La proporción era desfavorable: un español por cada diez ingleses.

Tan seguro estaban los ingleses de su victoria que acuñaron una moneda con Lezo humillado y derrotado ante Edward Vernos. Sometieron a Cargagena de India67 días de intenso cañoneo que no cesaba ni de díauna moneda con Lezo humillado y derrotado ante Edward Vernos. Sometieron a Cargagena de Indias a ni de noche.

 Después llegó el ataque por tierra. Las tropas inglesas erraron en la altura de las murallas y las escalas se quedaron cortas en dos metros. No habían tenido en cuenta el foso que había ordenado construir Blas de Lezo. Fue una carnicería. Los ingleses dejaron en el campo a ocho mil hombres, según algunos fuentes favorables a nuestra causa, y sin poder tomar la plaza.

Lezó atribuyó su victoria a las "misericordias de Dios", y no a su gran talento para el arte de la guerra.

"Maldito Lezo Vernon tuvo que claudicar y retirarse, hundiendo alguno de sus navíos por falta de hombres. En aquella guerra caballeresca Vernon dirigió un último mensaje a Lezo.

"Hemos decidido retirarnos para volver pronto a esta plaza después dereforzarnos en Jamaica".

Lezo le contestó "Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir".

A Vernon, herido en su orgullo, sólo quedó gritar a los cuatro vientos su desesperación: "God damn you, Lezo!" ("¡Que Dios te maldiga, Lezo!") Vernon fue  elevado y expulsado de la Marina en 1746, aunque la arrogancia y el orgullo inglés hizo que le enterraran en la Abadía de Westminster, panteón de los héroes, y en su tumba pusieron el siguiente epitafio: «Sometió a Charges, y en Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria».

Era una forma de reconocer su gran derrota, que Inglaterra, por orden de su rey, ordenó borrar de su historia

El olvido de Lezo España olvidó a Lezo, que murió  pobre y enterrado  en una fosa común en Cartagena de Indias por intrigas políticas del virrey Eslava y sin saber que su rey le había exonerado de todos sus cargos y honores  a instancias del virrey.

Carlos III le ehabilitó en 1760, concediéndole  a título póstumo el marquesado de Ovieto  por la "heroica defensa de Cartagena de Indias, donde murió". Hoy, una moderna  fragata lleva el nombre de Blas de Lezo, el "mediohombre", que bien podíamos llamar el Nelson Español.