Nació en una ciudad ubicada al noreste de Francia, en el límite con los países bajos, llamada Arras, el 6 de mayo de 1758, y recibió el bautismo con el nombre de Maximilien François Marie Isidore de Robespierre.
Fue su madre la hija de un empresario cervecero, llamada Jacqueline-Marguerite Carraut y su padre un reconocido abogado, de nombre François de Robespierre. El matrimonio, perteneciente a la pequeña burguesía, tuvo cuatro hijos más, siendo Maximilien el mayor, que tuvo que cuidar de sus hermanos, colaborando con su abuelo y sus tías, con tan solo 9 años, cuando al nacer muerto el menor, se llevó consigo la vida de su madre, quedando los niños sin protección paterna, ya que François de Robespierre, abandonó a su familia, con destino a América, incapaz de hacerse cargo de ella en soledad.
Creció desconfiado y encerrado en sí mismo, tal vez por sus carencias afectivas. Estudió en el Colegio Luis el Grande, en su ciudad natal, y luego se trasladó a París, alcanzando el título de abogado en 1781, carrera que ejerció prestigiosamente en Arras. Apasionado lector de Rousseau, sus ideas del contrato social, calaron hondo en su pensamiento, contra el absolutismo monárquico.
La situación de Francia era crítica. El rey observaba el crecimiento de las ideas iluministas, junto al poder de la burguesía, que reclamaba participación política, y entonces, para calmar los ánimos y conseguir cierta aprobación de esta clase, decidió por primera vez cobrar impuestos a la nobleza. Luis XVI convocó a los estados generales, presionado por los nobles que se negaban a pagar impuestos, aferrándose a un privilegio del que gozaban desde siempre.
En abril de 1789, se presentó en las elecciones del Tercer Estado, por Artois, dentro de los estados generales, obteniendo el quinto lugar, y comenzando a destacarse por su elocuencia, su defensa de las clases desprotegidas, su oposición a la tiranía, y el extremismo de sus ideas.
Al crearse la Asamblea Nacional, integró, el grupo más radicalizado de la Revolución Francesa, el de los jacobinos, llamados así por reunirse en el recinto de los monjes jacobinos. Pasó a constituirse en líder de este sector, sobre todo cuando fueron reprimidos por La Fáyette, al pedir que el rey abdicara en Campo de Marte (17 de julio de 1791) y el resto de los miembros emblemáticos debieron ocultarse, como Marat, o exiliarse como Danton, que debió buscar refugio en Inglaterra, mientras Robespierre pudo quedarse en París, protegido por un ebanista llamado Maurice Duplay, en cuyo hogar donde residió hasta su muerte.
Opositor de los girondinos moderados, de quienes se distanciaba por bregar por el sufragio universal, y estar en contra de la guerra con las potencias extranjeras, fue apoyado por los sans cullotes, sector más radicalizado y agresivo de la revolución, formado por los miembros del tercer estado que podríamos llamar clase media, ya que no eran ni los más pobres ni los más adinerados, sector que había sido siempre desplazado en sus reivindicaciones de derechos, y por eso había acumulado inmenso rencor.
En 1791, los girondinos lograron dictar una constitución donde se establecía una monarquía limitada por el parlamento, con derecho de voto restrictivo a los que pagaran impuestos.
La Convención Nacional que asumió el 20 de septiembre de 1792 , comenzó siendo una asamblea moderada, dividida entre los girondinos, los del pantano, que eran neutrales, y los jacobinos, que ahora se denominan montañeses, representados en las figuras de Robespierre, Danton y Marat. En enero de 1793, se produjo la ejecución de Luis XVI, alentada por Robespierre, y su grupo revolucionario. El 6 de abril de 1793 se creó el Comité de Salvación Pública para impedir que las potencias europeas lograran restablecer la monarquía. En octubre de 1793, los jacobinos se impusieron por sobre los moderados, sobre todo luego de la traición del gral. Dumouriez, naciendo un nuevo régimen llamado del terror que suprimió el régimen monárquico en vistas a instalar un sistema de gobierno republicano.
El terror alcanzó a todos los enemigos a su ideario, a los que consideró enemigos de la república, y a los que solo cabía la pena de muerte, incluyendo a los ultra revolucionarios, al mando de Hébert, que había sido su antiguo aliado, y de quien se distanció por motivos esencialmente religiosos.
Las creencias religiosas de Robespierre pueden resumirse de la siguiente manera: Era creyente en un Ser Supremo, la Naturaleza, a quien le dedicó una ceremonia en su honor en abril de 1794, pronunciando un discurso el 7 de mayo, explicando los alcances de esta nueva creencia, que dejaba fuera del alcance de la iglesia y los sacerdotes. La idea de mantener la creencia en Dios y en la inmortalidad del alma, se fundaba en razones de sustento moral para la República. El día elegido para la celebración fue finalmente el 8 de junio.
Así la Convención dictó un decreto por el cual proclamó la libertad de cultos, reprimiendo los actos religiosos fanáticos o contrarrevolucionarios. Hébert era partidario del ateísmo, y calificó a Robespierre de conservador. El 24 de marzo de 1794, este grupo fue eliminado.
No le fue mejor al grupo de “indulgentes” entre los cuales se contaban a Danton y Desmoulins, que intentaron lograr una conciliación entre sectores, moderando el régimen de terror, y perecieron guillotinados por orden de Robespierre el 5 de abril de 1794.
Dueño de una virtud extrema, según su convicción, lo que le valió la denominación de “Incorruptible” se erigió en depositario de la verdad absoluta, pudiendo decidir sobre la vida y la muerte de quienes molestaban a sus planes, de constituir una república basada en la democracia y en la virtud, logrando la aprobación de una ley que permitía en juicios sumarísimos, sin ejercicio de defensa, y eliminando la prueba testimonial, dictar condenas a muerte.
El 26 de junio de 1794, los franceses obtuvieron una brillante victoria en la batalla de Fleurus, en los Países Bajos, contra el Imperio Austríaco. Esto demostró que el terror impuesto en Francia era innecesario, para luchar contra el enemigo externo, ahora derrotado.
Un grupo de opositores dentro de la misma Convención, entre los que se contaban, Carnot, Fréron, Tallien, Fouché y Billaud-Varenne, ordenó su detención, luego de haber sido insultado y obligado a retirarse de las sesiones, lo que se cumplió el 27 de julio de 1794.
Acusado de traidor por la Convención, fue ejecutado al día siguiente junto a veintiuno de sus seguidores, siguiendo el destino que él mismo había impuesto a casi diecisiete mil opositores políticos. Sus cuerpos decapitados fueron enterrados en el cementerio de Errancis.
Con su muerte, acabó también la existencia de la Comuna de París, del Club de los Jacobinos y del Tribunal Revolucionario.